Wednesday, November 7, 2018

Londres - París - Día 4

Después del concierto de anoche, desperté cansado, pero con la premura de llegar a la estación de donde parte el tren a París. Quien se iba a imaginar que pudiera existir un tren submarino que cruzara el canal de la mancha. Londres está perfectamente conectado con su transporte público. Los buses de dos pisos son de lo más moderno, que no daría por tener algo parecido en Tijuana, pero a como van las cosas con la tribu chaira, al rato vamos a andar en carretas chocolate, tiradas por falsas cebras.

En metro a King’s Cross y de ahí en tren a París. Las instalaciones de la terminal son de primer mundo, no de barro como las que sueña el norroñas, porque pues hay que darle chamba a los artesanos. 

El viaje es de dos horas y media, cómodo y limpio. En Gard du Nord, la estación de París a donde arriva el tren, se toma un metro que va directo a La Bastilla. El hotel está a un par de cuadras, esa es el area donde nos quedamos siempre. Por cierto, hay unas tarjetas que cuestan cinco pesos y las puedes recargar con 22 pesos para usarla una semana, de lunes a domingo. Con ese pase puedes viajar, ilimitado, en todas la lineas del metro, y en el RER.

Aventamos las maletas y cruzamos la calle para reservar en Chez Paul, un restaurante que descubrimos, hace años, en uno de esos andares por los caminos de París.

Fuimos a caminar un poco, y por supuesto, la güera a sus compras. La primer parada fue una tienda de lentes. Salió con unos Gucci que llevan una leyenda en ambos aros “el amor es ciego”, por supuesto que en frenchute.

Siguiente parada, una tienda de Dr. Martens, en donde me compré una botas color gris muy chidas.

Seguimos caminando y llegamos a otra óptica, de la cual no recuerdo el nombre, pero siempre hago escala ahí. Los aros que venden son interesantes y hw comprado dos o tres. Esta vez vine a París pensando en encontrar un lugar en donde vendan la marca que me gusta, pero se me olvidó escribirle a la empresa para ver si tienen distribuidor en esta ciudad. Perooooo, resulta que la óptica es la única en París de la marca, vaya suerte.

Siguiente escala, Chez Paul. Creo que el resta fue fundado en los 40, la dexoración es una meCla de kitsch con rococó y acentos con luces de neón. Nos recibió Valeria, una francesa entrada en carnes que es un vacilón, no habla español ni inglés, y nosotros no hablamos ni pío de francés, pero siempre nos entendemos. Comí, oreja, trompa y testículos de cerdo, todo frito, que clase de comilonga. Creo que no hay más que platicar de la cena. Si vienen a París, pasen por Chez Paul.



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