Sunday, November 4, 2018

Londres, día uno.

Las horas previas a un viaje suelen ser frenéticas. Pasaporte, tarjetas, equipo fotográfico, ropa, cerrar la llave de paso, poner el calentador de agua en piloto, dejar instrucciones en la oficina. Viajar se ha vuelto una infinidad de detalles que llegas cansado a tu destino.

Tengo poco que regresé de un viaje que me dejó descojonado de una pierna, un brazo y con gripe. El dolor era tal que acudí inmediatamente al traumatólogo que me ha ayudado con dos facturas previas. Iba preocupado a la consulta ya que estaba seguro que mis dolencias eran por eventos anteriores, una caida en casa de mi prima Patty Lino el haber lanzado una piedra en Guerrero Negro. Al final de cuentas, ni lo uno ni lo otro. A los dos días de visitar al traumatólogo, me jodí la cadera y fue cuando empecé a revisar catálogos de elevadores caseros y sillas de ruedas pimpeadas. Sí, porque si voy a andar moviendo la silla con soplidos, que sea con estilo. En el chairopuerto de Tijuana, nada nuevo, digo, sigue siento una terminal pitera con ínfulas de primer mundo. 

El vuelo a CDMX, como siempre, sólo faltaron las cajas con mole. Recuerdo un vuelo de regreso a Tijiana, me dejaron la maleta que parecía enmolada. Neta, sigo sin entender es onda de traer mole, pan t pendejada y media, a Tijuana, cuando en Tijuana tenemos la mejor gastronomía del país, y por favor no empiecen con que los aguachiles buchones y que la pacífico, no jodan, Tijuana es el gran chingón.

En la terminal dos de AICM hay dos fondas con deseos de ser restas, una de ellas es un Chilis. No como en el chilis ni aunque me regalen una Phase One. En serio, hay que tener una seria disfunción en las papilas gustativas para comer en ese pinche engendro de restaurante.

El vuelo a Londres, pues ni cuenta me di, me tomé diazepam y adios mundo cruel. Desperté unos minutos antes de aterrizar. Recuerdo que sentí mi brazo en terreno blando y eran los brazos de la señora de al lado, de inmediato quité mi brazo y le pedí disculpas. Supongo que le gustó porque tenía la sonrisa de oreja a oreja. 

Preocupada por roncar, porque lo mío es mucho con demasiado. Supongo que sentado no ronco, pues ya nadie me despierta, ni me ve mal cuando despierto.

El aeropuerto Heathrow no me parece un aeropuerto digno de Londres. Hay que pensar que la primera impresión que un turista, es el aeropuerto del destino. Y aunque Londres es una ciudad fuera de liga, el aeropuerto deja mucho que desear. La espera para migración fue de 2 horas, no es broma, más que en La Habana. Pero a diferencia de La Habana, las maletas ya estaban esperándonos cuando salimos de lo del pasaporte.

Pinche google maps, te pone unas instrucciones que solo un ingeniero de la NASA puede entender, y la cosa se pone peor cuando no sabe ni hacia donde te diriges. ¿Les ha sucedido? Google maps te dice que camines hacia cierta dirección y le obedeces, como chairo a #TropiYisus, y ves como la flechita se mueve en sentido opuesto. Son cosas que me molestan, pero para suerte de la güera, ese error no hizo pasar frente a varias tiendas que la hicieron salivar, la saliva del shopping, como perro de Pavlov. 

Nunca me había tocado una habitación tan pequéña, ni en París, por poco y nos dicen que el escusado es la ventana.

Aventamos todo y salimos a reconocer un poco. El hotel está en el area de Picadilly, hay mucho movimiento de noche. Cenamos y nos metimos a ver Bohemiam Rhapsody. Siempre me he quejado de la cantidad de comerciales que proyectan en Cinépolis, pues quiero que sepan, acá son corregidos y aumentados, creo que me dormí tres veces antes de que iniciara la película. En el cine no venden palomitas de maquinita, sin de bolsa, pero las chelas están heladas y sabrosas.

Creo que tendré que ver la movie de nuevo, porque me quedé dormido. Era la función de las 10:30pm y con el jetlag, está cabrón. Una cosa si les puedo decir, la película me encantó, bueno lo que pude ver. El tema no es precisamente Queen o Mercury. La película es un tributo a la perseverancia de esos espíritus estóicos con una vastedad, que nada ni nadie los puede arrollidar.

Mañana escribo lo de hoy.



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