Saturday, September 22, 2018

Día 7 - Madrugada

Maldito insomnio. Ojalá pudiera aprovechar el tiempo para leer, escribir, tomar fotos, o de perdiz resolver triples integrales que salven al mundo de la música de Arjona y de Coelho. Pero no, lo único que se me ocurre es escribir de mi insomnio.pinche naturaleza tan pobre conmigo.
Yo recuerdo que antes, aunque en realidad no dormía por mi problema de apnea, dormía ocho o más horas. Claro, ne despertaba totalmente apendejado, y andaba el resto del día en un letargo tipo walking dead. Eso de ir conduciendo a la una de la tarde y que no puedas mantener los ojos abiertos. Es como Alex en Naranja Mecánica, cuando los médicos le ponen un dispositivo para que no cierre los ojos. El problema, hoy en día, es que con tanta tecnología, me entero de cuantas horas he dormido, cuantas apneas tuve, cuantas veces se despegó la máscara y hasta los sueños eróticos que tuve, que, a mi edad,  son muchos más que las apneas. El problema no son los sueños, o su erotismo, el problema es que desde que leí el artículo ese que asegura que a partir de los treinta, el cuerpo inicia un proceso en el que la piel despide un olor a rancio, siento que al despertar huelo a luchador en grasa rancia, después de una de  esas peleas que antes había en las cantinas para entretener a hombres sudando testosterona, comportándose como tiburones en un frenesí de alimentación. La gran diferencia es que, aquellas peleas eran en lodo, o en aceite, aunque no creo que haya sido de oliva, no estaba de moda la dieta mediterránea y el aceite de oliva costaba más que el transporte en una calafia de Tijuana. Además, las chicas olían a tierra mojada o a aceite de desecho de la plancha de las hamburguesas de un McDonalds, lo cual no puede ser peor que lo de la grasa rancia.
Esto de la grasa rancia es todo un tema, porque la naturaleza se empecinó en joder a los viejos. Sí, porque no conforme con convertirnos en envases de manteca Rosarito ambulante, también vamos perdiendo el olfato. Bonita chingadera, ahora me siento como hippie de esos que no se bañan en meses. Neta, esa gente ofende ¿qué les cuesta bañarse, pimpearse y oler bonito? Recuedo una vez que un morro entró a una agencia de viajes, en la que estábamos la güera y yo... ¡PUTISIMA MADRE! Era como si hubiera llegado Moises a partir el mar muerto. Leyeron bien, olía a muerto. Así de esas proporciones fue el evento. Y yo tan mamón que soy con eso de oler mal, o bien. Tal vez sea un pendejo, pero soy un pendejo que huele bien. “No hay nada peor que un pendejo que huela a rancio”. Sabias palabras de mi abuela... no es cierto, me lo acabo de inventar. Pues está cabrón, oler mal y no darse cuenta, que jodedera la de la naturaleza.
Por otro lado, la naturaleza le dio vida a esos perfumistas que crean fragancias como “C”. Sí, así se llama el perfume. Es de Clive Christian. No sé si el sea el perfumista o sólo prestó el nombre. Ese perfume es de los que fijan tan bien, que la ropa dura tres días impregnada de la fragancia.
Hoy se supone que voy a buscar un área en donde hay mucho graffiti y almacenes abandonados. Bueno, lo leí en un Blog de un gringo, así que puedo estar equivocado, esos paisanos son un poco exagerados. También quiero visitar el Guggeinheim. Ayer aprendí como se escribe “Guggenheim”, no crean que soy la cultura andando, recuerden que desde los treinta, soy una barra de manteca Rosarito sobre ruedas y sin permiso del ayuntamiento. O sea, ¡soy manteca chocolate! Podría crear mi propio ANAPROMEX, y cobrar una cuota para que, los de treinta para arriba, huelan a rancio sin problemas legales. Se les entrega una muestra de siete machos o de Old Spice. Al mes tienen que regresar por una botella de 50 ml, a precio de Sarajevo.
Buenas noches...

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