Tuesday, September 25, 2018

Día 8 - Bilbao

Ayer, por una extraña razón, me quedé dormido. Afortunadamente había unos cuantos cafés abiertos y al que había ido antier, no estaba lleno. Pude desayunar cómodamente sentado. De nuevo las campanas de la catedral. Menciono las campanas porque cuando me entregaron las llaves del depa, el anfitrión me mencionó varias veces la vista de la catedral. Aunque, a decir verdad, sólo se veía el pico más alto. No sé porque los católicos asumen que a uno le interesa todo lo que tenga que ver con su religión. Yo sé que las iglesias son lindas y todo el arte que hay en ellas, pero creo que he visto suficientes como para seguir desfilando entre atrios y altares. Además, las iglesias son tétricas, frías e impersonales. Creo que el único espacio personal es el confesionario, y ahora con tanto caso de pederastia, hasta me daría miedo que me tocara un sa-cerdote con problemas de gerontofilia. Ahora, que si fuera una monjita, pues otro gallo cantaría(más adelante les cuento lo del gallo de hoy).

La idea era caminar a un barrio que se llama Deusto. 

Había buscado en google y era hora y media caminando, lo cual se me hizo bien, podía tomar fotos en el camino. Es bueno caminar para sentir el pulso de la ciudad, no me queda de otra, porque el pulso de los antros ya no lo soporto, ya escuché In-A-Gadda-Da-Vida miles de veces, no necesito más pulsos apendejadores que te obligan a platicar a gritos.

Pues nada, que inicio mi caminata y como a os 45 minutos google se volvió loco metiéndome en un patrón de caminata en un crucero con 5 esquinas. Pasaba de una esquina a otra y la brújulita en la pantalla parecía luchador libre después de una dosis de avioncito. Cambié a Maps de Apple, y la misma chingadera, el GPS en total estado de apendejamiento. Era como si bubiera entrado a la zonal del silencio o peor aún, al triángulo de las Bermudas. Empecé a tener pesadillas de un episodio de Twiliight Zone y cada que llegaba a la siguiente esquina era in Déjà vu all over again. Entonces se me ocurrió detenerme en un bar a tomar algo y preguntar en que dirección de la brújula estaba el barrió. El cantinero apuntó hacia una de las paredes, salí y enfile la marcha hacia esa vaga dirección.

Este incidente me recordó una vez que llegué a San Francisco para un evento en Wente Vinyards. Renté carro en el aeropuerto, con todo y GPS, por si las dudas. No sé si sepan, pero los gps necesitan tener, por lo menos, tres satélites a la vista para poder triangular y así calcular su posición. Bueno, pues cuando sentí que faltaba poco para llegar al hotel, se vuelve loco el gps. Me trajo dando vueltas por varias cuadras, hasta que me encontré en un area residencial, en una loma de la cual podía ver a lo lejos la ciudad. Eran las doce de la noche y detuve el carro para poder digerir como es que había terminado en una loma con una vista impresionante de la ciudad. Esa no era la idea, tenía que levantarme temprano para manejar al evento. En eso veo a unos trabajadores de la ciudad reparando algo del abasto de agua de la ciudad. Acerqué lentamente el carro a donde se encontraba el camión, bajé la ventana, saludé con un “buenas noches” y acto seguido procedí a preguntarles si sabían dónde se encontraba la calle que había desquiciado a mi gps. Uno de ellos se le quedo viendo al esquizofrénico gps que llevaba montado en el tablero del carro, lo apunto con su dedo y me cuestionó ¿y el gps? Sonreí, le dije que se me pasó darle su pastilla de risperidona y le ofrecí mi mejor sonrisa de turista apendejado. Afortunadamente me explicó de tal manera que el gps se pudo haber cortado la oreja y no había bronca.

Después de caminar lo que parecía una eternidad, pero sin prisa, vi a lo lejos el Guggenheim, oh nooooo, estaba regresando sobre los mismos pasos por los que había pasado, bueno, más o menos. Ya en el barrio, en el cual se supone hay edificios abandonados, me cayó encima un balde de agua fría de gentrificación, no era nada de lo que esperaba, excepto una callejuela con pintas etarras y bares que mala muerte con personajes interesante. Un bato, ya ruco, traía el cabello cortado medio mojawk, casi a rapa de los lados, con un copete azul y una bandera gringa pintada en los lados rapados, una estrella en uno y las barras de color del otro lado. Estuve tentado a pedirle tomar la foto, pero se veían poco amigables, pensé en Taxi Driver.

En lo que tomaba algunas foto piteras, nada interesante, noté a tres batos sentados afuera de otro bar, y tampoco se veían amigables, eran como cascajo de la era punk que se reusaban a ser demolidos para gentrificar su espíritu punk. Al rato llegó otro bato, le reclamaronsu tardanza y procedieron a ingresar al barecillo de mala muerte. Yo seguí por la cellejuela, fría y sin sol. Una tienda de camisetass que se llama “camisa y media”, o algo por el estilo. Ahí te diseñan y te estampan la t-shirt. Un hostal para surfillos y algo interesante, una pajarería. Estaba pintada de amarillo con unos pájaros y un árbol pintados en la pared. Cuando estaba en lo de tomarle fotos, se me acercó un individuo que momentos antes había visto, de reojo, salir del barecillo de los cuatro tipos. Me preguntó para que eran las fotos, no recuerdo que le contesté pero me dijo que esa casa la habían tomado unos artistas locales porque el ayuntamiento quería demolerla. Pues que bien, pensé, hace falta más cultura y menos gentrificadores.

En realidad el area es pequeña y decidí iniciar el regreso, a mi paso encontré a un tipo leyendo un libro, sentado en una banca, a su lado había un estencil de un rostro que había visto plasmado en varias paredes. Me detuve a tomar una foto y me acerqué a preguntarle a cerca del rostro del estencil. Me platicó que es el etarra que ha asesinado a mucha gente, su nombre es Juan Ignacio De Juana Chaos, vaya apellido para un terrorista “caos”. Me tiró todo un rollo que él( el del libro) no podía aceptar el proceder de estos terroristas, pues era católico cristiano, y los etarras eran Marxistas Leninistas. Y me dice “por ahí hay algunos bares a los que va esta gente”, a la vez que apuntaba en dirección a los barecillos de los que les platicaba arriba. Entonces pensé que el tipo que me preguntó sobre las fotos, tal vez fue enviado a investigar. Y yo que al principio pensé que los que estaban sentados afuera del bar, esperaban al otro para comprarle su dosis diaria de pachequez. Por cierto, en uno de los callejones que me metí, buscando graffiti, si vi una transacción de dudosa legalidad, pero me hice como que la virgen me hablaba, era muy temprano para meterme en broncas de Kojak.

De regreso me metí a un centro comercial a comer a un resta que se llama “La Mafia se Sienta a la Mesa”. Cometí el pecado culinario porque ya estaba un poco hasta la madre de fonditas y restas “top”. El otro aliciente fue que años antes, había visto un resta en Sitges, con el mismo nombre. En esa ocasión le tomé una foto y la hice parte de mi serie “negocios curiosos”, a la cual también pertenece otro resta, de comida afrodisiaca, de la ciudad de Buenos Aire, que lleva como nombre “Te mataré Ramirez”. Sería interesante un juego de futbol entre empleados de ambos restaurantes.

La comida fue un fiasco, lo único bueno fue el Aperol Spritz, hasta el vino estaba infame.

De regreso pasé por varios cafés, eso me gusta de Europa, bares y cafés en cualquier barrio. En tres de estos bares había morras fumando mota en las mesas de la acera. Creo que no es legal todavía en España, pero estaban ahí, normal, sin lío, fumándose su gallo. Y en eso se me ocurre preguntar la raíz etimológica de gallo al cigarro de mota. El gallo ha sido utilizado como símbolo de fertilidad, de la luz que ilumina la mente, de fuerza y no sé que otras cosas. Antes le decíamos churro, doobie, toque, quemarle las patas a judas, mota y no recuerdo cuantos otros nombres. Hoy en día hay batos que le dice “porro”, así se les dice en España, pero ¿en Tijuana? Por cierto, el monumento de la glorieta frente al CECUT, antes le decíamos el “mata choras”. Para los que no saben, el mata choras es la pincita con la que sujetas la chora del churro para fumarte las tres.

Pues en eso estaba, en lo del gallo, cuando de la nada, se aparece un gallo gigante frente a mi. En mi asombro, no pude pensar otra cosa que, era es un mensaje de dios todo poderoso. El dios gallo en medio de un parque, con el Guggenheim de fondo. ¡Wow! poco faltó para sacar mi tapete y ponerme a orarle a Alá. Por supuesto que le tomé fotos, otros turistas hacían lo mismo fascinados. No sé si venían pensando lo mismo, o se habían fumado uno, en su versión orgánica, pero todos andaban muy sonrientes, con ojitos de chino.




1 comment:

  1. Siempre un placer leer la crónica que va con tus imagenes
    Saludos!

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